ERIKA IS ‘WALKING INTO THE LIGHT’ AFTER YEARS OF DARKNESS
She is excitedly welcoming Jesus into her life
Erika spent seven years, off and on, on the streets after raising kids and having a
successful career.
While her life didn’t go the traditional route, Erika was more or less “the responsible one” for most of her young life. She grew up in San Luis Obispo in a “dysfunctional family, so everything that comes with that,” Erika said, “verbal abuse, physical, visitation fights, substance abuse.”
Erika’s parents got divorced when she was 10, and just two years later, her father died. She did well in school, although she left high school when she got pregnant. “I tested out to raise my daughter,” Erika said. “I got married. And I ended up adopting my two brothers when they were 6 and 12. My mom lost custody of them. Even though I was just 16, I was married and had a house and a kid of my own.”
Erika raised the kids, and developed a successful career as a histotechnologist, a specialized health lab worker. “I had been working from home, and doing some side jobs—one was a job at a lab, just sweeping up after everyone’s gone.
I started learning what they were doing and then started training after work and eventually went to Cal Poly and got licensed at 16.”
After eight years of marriage, Erika found out her husband was cheating and they divorced. She took her career on the road, getting different lab assignments every couple months. “At that point, my brothers were out of the house, and my daughter went to live with her dad,” she said. “I had burnt myself out, just going and going. I suddenly found myself in these empty hotel rooms and the weekends off. I didn’t know what to do with myself.”
Erika said it started at 25 with just some wine on the weekends. “That turned into a few bottles a day, drinking at work, losing jobs, losing the respect of my family. My mom was literally dying from drinking, and that was my only coping mechanism.
“I started having panic attacks. I started going into mental hospitals, having breakdowns. I was diagnosed with bipolar disorder, panic disorder, insomnia, anxiety. My mental health got worse and worse.”
When Erika was 31, her mom died. “I was devastated. It brought back my dad’s death. It was like a double whammy, realizing I had no parents.” Erika went to rehab for six months, but was kicked out after she started dating another resident there. They ended up on the streets. “There was sex trafficking going on down at the creek, and abuse and manipulation, and people stealing from you all the time. I was there for seven years off and on.
“I started developing this false identity. Like, ‘This is who I am now.’
I thought, ‘I’ve already lived a life, raised kids, had a marriage and a career, and it all failed.’ So I gave up and just thought, ‘I’m going to be a homeless, druggie, alcoholic on the streets.’ I was literally running from God, hiding from Him in the bushes. I was so full of shame and guilt.”
Erika got a DUI and went back to jail. “I was in ‘the hole’ because I was suicidal. I was sitting there, totally alone, thinking, ‘Is this my life?’
“I started praying. I knew I needed change. And I knew if someone gave me a little bit of help, I’d take it the rest of the way.”
The day she was released, Erika drank so much that she was passed out and taken back to the mental hospital. “Every person there was telling me: ‘You need to know about this new program in Santa Maria.
It’s great.’ I made a commitment to myself that I was going to fully surrender.” Erika got to the Mission four months ago. “It’s been really good,” she said. “I was in the dark for so long, to walk
into the light can be frightening. But the support, and all the people genuinely wanting you to do well, that’s what keeps me going.
“I used to cry in the morning—I didn’t want to wake up. Now I’m excited for the day. I was so hopeless and now I’m filled with so much hope.”
Erika has been reveling in her time with Jesus. “Sometimes I have to calm myself down because I’m so excited. … I’m so eager, it’s ridiculous,” she said. “There is so much time to sit and read and learn about and be with God. I’m welcoming Jesus back into my life. I’m restoring my life.
“The program has brought me out of isolation. That was the devil trying to pull me in. I withdrew from family, friends, and anything good because I was shameful. Now, every time I feel myself spiraling, I change my thoughts and perspective. I know that wasn’t the life I was meant to live.”
Erika está 'caminando hacia la luz' después de años de oscuridad.
Está recibiendo a Jesús con entusiasmo en su vida.
Aunque su vida no siguió la ruta tradicional, Erika fue más o menos "la responsable" durante la mayor parte de su juventud. Creció en San Luis Obispo en una "familia disfuncional, con todo lo que eso implica", según dijo Erika: "abuso verbal, físico, peleas por visitas, abuso de sustancias".
Los padres de Erika se divorciaron cuando ella tenía 10 años y, solo dos años después, su padre murió. Le fue bien en la escuela, aunque dejó la secundaria cuando quedó embarazada. "Tomé un examen para salir de la escuela y criar a mi hija", dijo Erika. "Me casé. Y terminé adoptando a mis dos hermanos cuando tenían 6 y 12 años. Mi mamá perdió la custodia de ellos. Aunque solo tenía 16 años, estaba casada y tenía una casa y un hija propio".
Erika crió a los niños y desarrolló una exitosa carrera como histotecnóloga, una trabajadora especializada de laboratorio de salud. "Estuve trabajando desde casa y haciendo algunos trabajos secundarios, uno de ellos fue un trabajo en un laboratorio, solo limpiando después de que todos se hayan ido. Comencé a aprender lo que estaban haciendo y luego comencé a capacitarme después del trabajo y eventualmente fui a Cal Poly y obtuve mi licencia a los 16 años".
Después de ocho años de matrimonio, Erika descubrió que su esposo le estaba siendo infiel y se divorciaron. Llevó su carrera por el camino, obteniendo diferentes asignaciones de laboratorio cada par de meses. "En ese momento, mis hermanos ya no vivían en casa, y mi hija fue a vivir con su papá", dijo. "Me había quemado, yendo y viniendo. De repente me encontré en estas habitaciones de hotel vacías y los fines de semana libres. No sabía qué hacer conmigo misma".
Erika dijo que todo comenzó a los 25 años con solo un poco de vino los fines de semana. "Eso se convirtió en unas cuantas botellas al día, bebiendo en el trabajo, perdiendo empleos, perdiendo el respeto de mi familia. Mi mamá estaba literalmente muriendo por beber, y esa era mi única forma de afrontarlo.
"Comencé a tener ataques de pánico. Comencé a ir a hospitales mentales, teniendo crisis nerviosas. Me diagnosticaron trastorno bipolar, trastorno de pánico, insomnio, ansiedad. Mi salud mental empeoró cada vez más".
Cuando Erika tenía 31 años, su mamá murió. "Estaba devastada. Me recordó la muerte de mi papá. Fue como un doble golpe, darme cuenta de que no tenía padres".
Erika fue a rehabilitación durante seis meses, pero la echaron después de que empezó a salir con otro residente allí. Terminaron en la calle.
"Había tráfico sexual en el arroyo, y abuso y manipulación, y la gente te robaba todo el tiempo. Estuve allí durante siete años, intermitentemente. "Comencé a desarrollar esta identidad falsa. Como, 'Esto es quien soy ahora'. Pensé, 'Ya he vivido una vida, crié hijos, tuve un matrimonio y una carrera, y todo fracasó'. Así que me rendí y simplemente pensé, 'Voy a ser una indigente, drogadicta, alcohólica en la calle'. Literalmente estaba huyendo de Dios, escondiéndome de Él entre los arbustos. Estaba tan llena de vergüenza y culpa".
Erika recibió un DUI y volvió a la cárcel. "Estaba en 'el hoyo' porque estaba suicida. Estaba sentada allí, totalmente sola, pensando: '¿Es esta mi vida?'
"Comencé a orar. Sabía que necesitaba un cambio. Y sabía que si alguien me daba un poco de ayuda, lo llevaría hasta el final".
El día que fue liberada, Erika bebió tanto que se desmayó y la llevaron de vuelta al hospital mental. "Cada persona allí me decía: 'Debes conocer este nuevo programa en Santa María. Es genial'. Me comprometí conmigo misma a rendirme por completo".
Erika llegó a la Misión hace cuatro meses. "Ha sido muy bueno", dijo. "Estuve en la oscuridad durante tanto tiempo, que caminar hacia la luz puede ser aterrador. Pero el apoyo, y todas las personas que realmente quieren que te vaya bien, eso es lo que me mantiene en marcha.
"Solía llorar por las mañanas, no quería despertar. Ahora estoy emocionada por el día. Estaba tan desesperada y ahora estoy llena de tanta esperanza".
Erika ha estado disfrutando de su tiempo con Jesús. "A veces tengo que calmarme porque estoy tan emocionada... Estoy tan ansiosa, es ridículo", dijo. "Hay tanto tiempo para sentarse y leer y aprender y estar con Dios. Estoy dando la bienvenida a Jesús de nuevo en mi vida. Estoy restaurando mi vida.
"El programa me sacó del aislamiento. Eso era el diablo tratando de atraparme. Me alejé de la familia, amigos y cualquier cosa buena porque me sentía avergonzada. Ahora, cada vez que siento que estoy en una espiral, cambio mis pensamientos y mi perspectiva. Sé que esa no era la vida que estaba destinada a vivir.